Goebbels decía que “cuanto más sea la masa a convencer, más pequeño ha de ser el esfuerzo mental a realizar. La capacidad receptiva de las masas es limitada y su comprensión es escasa; además, tienen gran capacidad para olvidar”.
CARLOS ALZAMORA V. / Periodista U. de Chile / Autónomo
Circula un video donde el Presidente español, Pedro Sánchez, entrega claves para reconocer a un ultraderechista. Dice: «Si queréis reconocer a un ultraderechista, hay un método que no falla. Siempre se opone a cualquier avance social: Se opone a la subida del salario mínimo, se opone a la subida de las pensiones, se opone a reducir la precariedad laboral, se opone a aumentar el ingreso mínimo vital, se opone a la fiscalía justa, se opone a las políticas de igualdad entre hombres y mujeres; Niega la evidencia científica de que estamos ante una emergencia climática y cuando no consigue bloquear esos avances por vías democráticas, porque la ciudadanía les da la espalda, lo que hacen es oponerse a la democracia y recurrir al asalto de las instituciones democráticas».
Sánchez ha dado una clase magistral en ocho frases que retratan de cuerpo entero a un ultraderechista. No los nombra, pero estos personajes tienen sus líderes en Donald Trump, en Jair Bolsonaro, en Santiago Abascal o en nuestro José Antonio Kast, los contemporáneos, pero se inspiran en Hitler, en Mussolini o en Goebbels, quien decía que «toda propaganda debe ser popular, adaptando su nivel al menos inteligente de los individuos al que va dirigida».
Por ello la derrota de Kast a manos de la izquierda ha sido tan dura para la ultraderecha, como lo es la de Vox de Abascal o la Bolsonaro a manos de Lula o la de Trump a manos de Biden.
En Chile estamos con una profundización del fanatismo, donde la nueva Constitución está en manos de los ultraderechistas, los que van a someter el 17 de diciembre próximo a votación artículos que excarcelarán a los criminales de Punta Peuco, que podrán a las mujeres con retroceso de sus derechos reproductivos y que quieren sacar a Chile del conjunto de tratados universales que prevalecen sobre nuestra Constitución, entre otras acciones que están dispuestos a votar a favor.
Por ello la derrota de Vox es un aliento para la democracia chilena, para que la gente despierte y se sacuda de esta noche negra que nos están imponiendo bajo el pretexto del voto. Goebbels decía que «cuanto más sea la masa a convencer, más pequeño ha de ser el esfuerzo mental a realizar. La capacidad receptiva de las masas es limitada y su comprensión es escasa; además, tienen gran capacidad para olvidar».
¿Ahora se entiende? ¿Por qué quitarle financiamiento al Museo de la Memoria? ¿Por qué el control de la televisión y de los diarios por parte del poder económico? ¿Por qué desviar la atención con acusaciones constitucionales? ¿Por qué pedir la renuncia del ministro Jackson con el chantaje de la UDI al Presidente?
Todo esto es parte de un diseño ultraderechista que debemos tener muy presente. El mismo decano, El Mercurio, en su editorial dominical señaló que «La pretensión de un partido de establecer vetos sobre un miembro del gabinete y exigir su salida, no solo es irresponsable, sino que erosiona la institucionalidad, pues significa desconocer uno de los pilares del sistema presidencial y promover, ahora desde la centro derecha, «el parlamentarismo de facto».
Así como Vox creció a costa del Partido Popular en España, los republicanos crecen a costa de la UDI y RN, pero con un voto obligatorio que vino para quedarse y sobre el cual debemos, todos, educar a la población porque, como decía Goebbels, «la comprensión de las masas es escasa y tienen gran capacidad para olvidar».
Javier Macaya no es un ultraderechista, pero su temor a que la UDI quede todavía más disminuida ante los republicanos bajo su presidencia, hace que actúe -a veces- con más dureza que el mismo Kast. Está a tiempo de aprender del PP español.
IMAGEN / UDI / Javier Macaya / presidente UDI