Contaminación invisible: del campo al plato

Nuevo estudio afirma que las tierras agrícolas contienen 23 veces más microplásticos que los océanos. Se han encontrado microplásticos y nanoplásticos en cultivos como lechuga, trigo y zanahorias, provenientes de fertilizantes, acolchados de plástico e incluso la lluvia.

 

Un estudio de la Murdoch University revela que Los microplásticos se esparcen silenciosamente del suelo a la ensalada y de ahí al cuerpo humano porque los suelos agrícolas acumulan hasta 23 veces más microplásticos que los océanos. Esta contaminación procede de diversas fuentes como el uso de acolchados plásticos, fertilizantes y deposición atmosférica. Incluso las lluvias pueden arrastrar partículas plásticas microscópicas, depositándolas directamente sobre cultivos.

Se han detectado microplástiocos   y nanoplásticos en cultivos de lechuga, trigo y zanahoria. Esto representa un riesgo directo para la salud, ya que estos vegetales forman parte de la dieta diaria en todo el mundo.

Los estudios recientes muestran microplásticos no solo en el tracto digestivo, sino también en pulmones, corazón, sangre, cerebro  e incluso en la placenta humana. Esto demuestra su capacidad para atravesar barreras biológicas críticas y acumularse en tejidos vitales.

Los plásticos presentes en el suelo pueden contener hasta 10.000 aditivos químicos, muchos de ellos sin regulación específica en el ámbito agrícola. Algunos ejemplos incluyen:

Ftalatos: asociados a problemas reproductivos.

PBDEs (retardantes de llama): relacionados con trastornos neurológicos y enfermedades degenerativas.

Sustitutos del BPA (como BPF y BPS): tienen efectos iguales o peores como disruptores endocrinos.

Uno de los problemas clave es que la regulación va por detrás de la ciencia y la industria se mueve aún más rápido, lo que deja expuesta a la población y a los ecosistemas. Además, la falta de transparencia sobre los componentes de los plásticos dificulta evaluar sus impactos reales.

El equipo de investigación trabaja en bioplásticos realmente seguros y degradables, que no dejen residuos en suelo ni agua. Un ejemplo prometedor es el proyecto Smart Sprays, que busca crear una película bioplástica aplicable con maquinaria agrícola convencional, capaz de retener agua en el suelo y reducir la evaporación, mejorando la eficiencia hídrica sin dañar el entorno.

La introducción de bioplásticos degradables y no tóxicos podría:

Reducir drásticamente la huella plástica agrícola.

Proteger la salud humana y los ecosistemas.

Evitar la acumulación de microplásticos en la cadena alimentaria.

Fomentar una agricultura regenerativa y circular.

Sustituir el uso de productos peligrosos en ciertas aplicaciones agrícolas.

Para lograrlo, se requiere una colaboración urgente y efectiva entre reguladores, científicos e industria. La sostenibilidad ya no es una opción, es una necesidad crítica.

 

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