Hay veces en las que recibir una notificación es una experiencia grata. Puede ser un mensaje que estemos esperando de un familiar, una sorpresa de algún amigo, una propuesta de plan de nuestra pareja, un email informando de algún cambio laboral que buscábamos, alguna oferta de viajes que llevábamos tiempo queriendo realizar, o simplemente uno al que de repente nos apetece ir.
Las ventajas de la tecnología en el mundo de la comunicación son inmensas, y si bien es cierto que las barreras informativas y espacio/temporales se han roto (casi por completo), también lo es confirmar que, al mismo tiempo, la inmediatez y la hiperconexión han aumentado el strés y la ansiedad notablemente.
En este contexto de constante conexión un fenómeno relativamente reciente ha comenzado a surgir, sobre todo en redes sociales como TikTok: la fatiga del ping, una de las múltiples denominaciones que reciben muchos fenómenos psicológicos en Internet.
Y, es que aunque no está oficialmente reconocido como una condición médica, este término se ha hecho popular para describir la sensación de agotamiento y ansiedad generada por la constante espera de notificaciones, ya sean mensajes, correos o alertas en general. A menudo se asocia con el uso excesivo del teléfono móvil y las aplicaciones de mensajería, que nos mantienen siempre alerta, esperando una nueva notificación, lo que puede llevar a un estado de sobrecarga emocional.
El escenario con el que más se ha relacionado la fatiga del ping tiene que ver con el trabajo. Si trabajas en una oficina, es posible que rápidamente reconozcas algunas de las siguientes aplicaciones: Teams, Skype, Meet Google, o Slack, entre otras muchas. Cada una de ellas sirve para comunicarse con tus compañeros de trabajo o clientes, y, aunque son buenas herramientas para evitar las reuniones en persona, lo cierto es que han fomentado el perfeccionismo excesivo a la hora de realizar las tareas (favoreciendo que se pidan determinados cambios o favores que en persona igual no se atreverían a pedir), o conversaciones fuera del horario de trabajo.
La fatiga del ping tiene su origen en la forma en que nuestros cerebros responden a la estimulación constante. Cada vez que recibimos una notificación, nuestro cerebro libera dopamina, un neurotransmisor asociado con el placer y la recompensa. Esta respuesta es similar a la de otros comportamientos adictivos, lo que significa que estamos entrenados a buscar esa ‘recompensa’ en forma de un nuevo ping o alerta.
Podría parecer mero instinto de supervivencia, pero lo cierto es que lo que comienza como una experiencia placentera puede transformarse rápidamente en una fuente de estrés.
Las personas comienzan a sentirse ansiosas o impacientes, esperando constantemente que el teléfono suene, lo que puede resultar en la interrupción del flujo de trabajo, pérdida de concentración, aumento del listado de tareas, o dificultad para disfrutar del momento presente.
Cada una de estas consecuencias pueden dar lugar a otras psicológicas y físicas mucho mayores. Algunas de las más comunes:Aumento de la ansiedad. Interrupción del sueño. Disminución de la productividad. Más allá de estas consecuencias predecibles de esta fatiga, hay otra más que puede aparecer también, como el aislamiento.
Aunque no se trata de algo voluntario, si lo piensas es común quedarse más horas de la cuenta trabajando y renunciar a planes. La dependencia de las notificaciones puede hacer que las personas se desconecten de las interacciones sociales cara a cara, ya que se sienten más atrapadas en la constante revisión de dispositivos, lo cual deteriora la calidad de las relaciones personales.