Hay más microplásticos en el cerebro que en el hígado o riñones

Una persona puede estar consumiendo semanal hasta el equivalente a una tarjeta de crédito entera

Un estudio los encontró en nuestros pulmones, después en nuestros intestinos. Otro alertaba de su presencia en las placentas, en la leche materna, en los testículos… Parece que no existe un solo rincón de nuestro cuerpo desconocido. La sangre lo reparte, pero como sucede con las mareas, hay orillas donde se acumulan más residuos que en otras. Y hay una que destaca entre todas por su gran acumulación de microplásticos: nuestro cerebro.

Un análisis que publicó la revista científica Nature Medicine registra un aumento general en la concentración de microplásticos en cadáveres en los últimos ocho años. Este aumento se hizo especialmente evidente en las muestras del cerebro, donde se ve una concentración mucho mayor que en otras zonas estudiadas. La diferencia no es anecdótica. Las concentraciones eran de siete a 30 veces mayores en muestras cerebrales que las concentraciones observadas en hígado o riñón. Las posibles implicaciones para la salud humana de este inquietante hallazgo aún no están claras.

El equipo analizó muestras cerebrales de personas fallecidas en 2016 y en 2024 y comprobó un aumento considerable. Después, echó la vista aún más atrás y analizó muestras de tejido cerebral de periodos anteriores (1997-2013) y vio que, efectivamente, en el pasado había una menor concentración de microplásticos.

“Esto es simplemente porque estamos más expuestos”, explicó Matthew J. Campbell, biólogo del New Mexico Center for Metals y autor principal del estudio, en un acto de presentación a periodistas. “Esta es una mala noticia, pero la buena es que no vimos mayores concentraciones de nanoplásticos en adultos mayores respecto a pacientes jóvenes, lo que puede significar que nuestro cuerpo los elimina con el tiempo”.

Los microplásticos son pequeñas partículas de plástico de entre 0,1 micrómetros (un cabello humano tiene aproximadamente 60) y cinco milímetros (un grano de arroz tiene seis). Se producen por la descomposición de residuos plásticos más grandes. La producción mundial de plástico se duplicó entre 2000 y 2019 hasta alcanzar 460 millones de toneladas. Se estima que más del 22 % del plástico producido acaba en el medio ambiente por una mala gestión de los residuos y de ahí pasa a la cadena alimenticia. un reciente estudio de la Portland State University detectó microplásticos en el 99% de las muestras de marisco comprado en la tienda o procedente de un barco pesquero. Los niveles más altos se encontraron en las gambas.

Eva Jiménez-Guri bióloga investigadora de la Universidad de Exeter. Jiménez-Guri, que no ha participado en el estudio, considera lógico que haya una mayor concentración en el cerebro que en los riñones o el hígado. “El plástico es hidrofóbico, así que me parece más normal que se acumule en un tejido que es 60% grasa que a uno que es 0,7 o 2,7% grasa”, apunta.

Lo que estos plásticos pueden hacer en nuestro cerebro es aún un misterio, pero podemos analizar qué les ha sucedido a otros animales en estas circunstancias. Un estudio de 2023 confirmó la presencia de nanoplásticos en el cerebro de peces cebra y concluyó que esto les inducía daños oxidativos y aceleraba el envejecimiento cerebral. Otro estudio de este mismo mes, realizado en ratones, revelaba que las células inmunitarias del cerebro ‘engullen’ microplásticos, formando grupos que pueden causar coágulos cerebrales. Los hallazgos, publicados en la revista Science Advance, ponen de relieve cómo los microplásticos pueden dañar indirectamente el cerebro al interrumpir el flujo sanguíneo. Una vez más, se necesita más investigación para determinar si esto puede aplicarse a los humanos.

Otros científicos han utilizado ratones para estudiar cómo los microplásticos en el cerebro podrían afectar la salud y han encontrado señales preocupantes. En un estudio de Ross y otros investigadores de la Universidad de Rhode Island, se les dio a los ratones agua mezclada con pequeñas partículas de poliestireno, el mismo tipo de plástico que se usa en la espuma plástica y los envases de yogur.

Después de solo tres semanas de exposición, los ratones mostraron cambios cognitivos, incluidos cambios en el cerebro consistentes con los marcadores tempranos del Alzheimer. (Los humanos también están recibiendo microplásticos a través del agua: las diminutas partículas se han encontrado en agua embotellada y en el agua del grifo).

Todo esto parece sugerir que nuestro estilo de vida nos está envenenando. Que la basura que producimos, después de filtrarse y contaminar toda la naturaleza, acaba volviendo a nosotros y parasitando nuestras entrañas. En este sentido, no hay nada más simbólico que un estudio de 2019 que  explicaba que una persona promedio puede estar consumiendo hasta cinco gramos de plástico semanales, que es el equivalente a una tarjeta de crédito entera.

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