Es aquí donde la colaboración entre el Estado, la comunidad y las empresas privadas se vuelve indispensable. Se requieren medidas específicas. Solo así podremos ayudar a las microempresas a resurgir de las cenizas y reimpulsar la economía local.
PEDRO ZAMORANO PIÑATS / Secretario general Cámara Comercio de San Bernardo
Los devastadores incendios que azotaron la Región de Valparaíso han dejado un panorama desolador: miles de familias damnificadas, hogares reducidos a cenizas y un tejido social profundamente herido. Ante esta tragedia, surge un imperativo moral: la necesidad de ir en ayuda de los afectados, tanto desde el Estado como desde la comunidad.
El Estado debe asumir un rol protagónico en la reconstrucción. Se requieren medidas urgentes para asegurar la asistencia básica a las familias damnificadas: alimentación, vivienda, salud y apoyo emocional. Más allá de la contingencia, es fundamental repensar las políticas públicas de prevención y gestión de riesgos, fortaleciendo la capacidad de respuesta ante futuras catástrofes.
La comunidad también juega un papel crucial. La solidaridad y el apoyo mutuo son esenciales para reconstruir el tejido social dañado. Las iniciativas de ayuda, desde donaciones hasta voluntariado, son un bálsamo para las familias que lo han perdido todo.
Sin embargo, la situación de las microempresas afectadas es particularmente compleja. A los estragos de la pandemia, el estallido social y la delincuencia, se suma ahora la devastación de los incendios. Estas pequeñas empresas, que son el motor de la economía local, necesitan un apoyo especial para volver a ponerse de pie.
Es aquí donde la colaboración entre el Estado, la comunidad y las empresas privadas se vuelve indispensable. Se requieren medidas específicas para facilitar el acceso a créditos blandos, la capacitación y la asistencia técnica. Solo así podremos ayudar a las microempresas a resurgir de las cenizas y reimpulsar la economía local.
La tragedia de Valparaíso nos interpela como sociedad. Es hora de actuar con unidad, compromiso y responsabilidad. Solo así podremos reconstruir el presente y asegurar un futuro mejor para las familias afectadas. No olvidemos: la solidaridad es la mejor arma para enfrentar la adversidad.
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