Cada vez se extiende más la distancia entre la realidad de la calle y la “burbuja” de los políticos

El problema no es menor, el desempleo alcanza casi dos dígitos obligando a los cesantes a convertirse en “emprendedores” y su primer salvavidas es en la cola de las ferias, donde su número ha proliferado en forma exponencial.

JULIO C. MARTINEZ / colaborador

Como de costumbre tengo por práctica comparar las informaciones de los medios de comunicación tradicionales, las redes sociales y la realidad que se vive en las calles.  Y veo que cada vez se extiende más la distancia entre lo que viven los habitantes de este país, con las estadísticas y las autoridades.

El ministro de Hacienda, afirmado en las cifras y las mediciones, está muy conforme con el trabajo que realiza desde su computador, su escritorio y sus viajes por los centros de negocios del mundo pregonando la buena salud que tendrá la economía en Chile. En todo caso, la CEPAL discrepa de los resultados a futuro. De acuerdo a las estadísticas todo es perfecto, bajó la inflación en junio.  El lunes 11 se dio a conocer el nuevo valor de la Canasta Básica de Alimentos (CBA), que registró una leve variación mensual alcanzando los $63.768. Y el desempleo se recupera de acuerdo a lo planeado..

La gente en los barrios se pregunta qué pasa. Más de mil millones de pesos entregados entre amigos de las fundaciones. Se niegan el 10% de las AFP, que dicen son de cada persona. En las poblaciones el dinero no alcanza para cubrir los gastos del mes. Pero en el Gobierno sostienen que el país tiene un futuro esplendor. 

Casi  no sube el IPC, 0,2% según las estadísticas,  y las papas, por ejemplo, valen $1.000 el kilo. Los huevos cuestan casi $300 cada uno. Un kilo de pan sobre los $2.000.  Los supermercados en las zonas más pudientes han aumentado las ventas de marcas propias que son 20% más baratas. Además,  la mitad del país ha estado comprando en Argentina.

De acuerdo a las estadísticas del Gobierno y basándose la medición de la Canasta Básica de Alimentos  una familia de cuatro personas no tendría mayores problemas para comer en el mes con aproximadamente 260 mil pesos. Con ese monto se sobrepasa la línea de la pobreza. Lamentablemente hay que sumar cuentas de luz, agua, gas y locomoción. Ahí la cosa cambia, cuando más de la mitad de los trabajadores del país rasguña los $ 400.000.

El transporte público es otro tema. Los conductores amenazan con paros, porque las medidas contra la evasión en las poblaciones, donde la gente apenas tienen para comer, no valen. Las personas que viven en Talagante, Melipilla, Buin o Paine no tienen Transantiago.

En el plano barrial, el problema no es menor. El desempleo alcanza casi dos dígitos convirtiendo obligadamente a los cesantes en “emprendedores”. Y su primer salvavidas es en la cola de las ferias, donde su número ha proliferado en forma exponencial. El problema es que no pagan impuesto, patente, luz, agua, empleados, dejan todo con basura y perjudican a los locales establecidos que abren sus puertas todos los días, cada vez con menos ventas y menos posibilidades para los vecinos que necesitan de ellos a diario. Hay otro número de personas que vende lo que puede para poder comer. Lo que sucede en la práctica con esta política miope, este desencuentro entre la clase política y la realidad, parece que al  final terminaremos siendo un país de “coleros”.

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