Enclavados en el corazón del invierno de este año particularmente frío, con una semana que se aproxima donde las temperaturas máximas no superarán los 15 grados según el pronóstico del tiempo, la recomendación de los expertos es cuidarse y conjugar en la cocina algunas ecuaciones que al final su resultado atrape a quienes aprecian el arte culinario y se queden en el hogar para compartir historias, anécdotas, y experiencias degustando sabores que insinúan placeres divinos.
Entre las posibles alternativas para estas jornadas polares que se viven, un plato de “sopaipillas pasadas” lleva la delantera, quizás, porque también arrastra el encanto nacional y el perfume del sur chileno. Todo comienza con una masa que lleva zapallo natural, una salsa con canela, chancaca, clavo de olor y cascarita de naranja para darle un aroma insuperable.
Ahí, los ingredientes comienzan a sumergirse en gloria, se mezclan con sabiduría, para luego agitarse en la masa, donde las manos deben interpretar una melodía virtuosa, quizás impulsadas por el destello de una Estrella.
Luego se deja reposar un rato, mientras espera el aceite a fuego lento para recibir el tesoro, que posteriormente mezclado con el manjar dulce llegarán a la mesa los sabores recién casados como una de las mejores esencias de la cocina chilena.
La historia de las sopaipillas y su receta se remontan al siglo XVIII, al año 1726 cuando llegan los españoles a América. Respecto a su nombre, surgen dos versiones históricas. La primera se trata de un diminutivo de sopaipa, palabra que era usada por los españoles para referirse al pan remojado en aceite. Una segunda versión sostiene a que los mapuches le dieron ese nombre en honor a un pájaro que habita e sur del país.
Sin embargo, independiente de que su origen la creación de la “sopaipilla pasada”, que consiste en bañar esa misma masa frita en un caldo de chancaca (azúcar sin refinar) y cítricos particular de los pueblos americanos, el aporte nacional que la hace un clásico de nuestro país es la incorporación de la chancaca.
No obstante, a lo largo de nuestro extenso territorio pueden existir pequeñas variaciones. Por ejemplo, en el sur se le adiciona puré de papas a la masa, en cambio en la zona central es habitual elaborarla con puré de zapallo. Mientras que en el norte se preparan solo con harina, agua, manteca y bicarbonato o polvos de hornear.