JUAN ESTEBAN LASTRA / Premio Nacional Periodismo Deportivo 2022
Desde que entré al periodismo duro, es decir, trabajar en un diario, radio, televisión o agencia informativa en los ’80, llegaba la noche y había que hacer turnos nocturnos para los cambios de página. En ese entonces todos los diarios tenían dos ediciones: una para provincias o regiones y otra para Santiago con la noticia más fresca. Los cierres eran a la medianoche, o a la 01:00, 02:00 o hasta las 03:00 horas, según el medio. Si todo estaba tranquilo, dominado y cubierto, siempre había ganas de irse temprano para la casa, a juntarnos con amigos o a descansar. Existía la oportunidad de marcharse antes de la hora de cierre, pero estaba la posibilidad de que pasara algo que te obligaba a poner la última noticia. Entonces siempre había un compañero de mayor experiencia que te decía “¿si te vas antes del cierre y muere Pelé, ah?” Y ahí te quedabas mudo, agachabas la cabeza y te quedabas hasta el cierre como debía ser.
El Rey falleció este jueves 29 de diciembre a las 15:27 horas de Brasil, misma hora que en Chile. Es decir, una hora donde los medios pudieron cubrir con extensión y tiempo la noticia. El mejor futbolista de la historia, a mi modo de ver y de haberlo visto, venía arrastrando una enfermedad hace ya un tiempo y se veía venir su deceso. Y ocurrió.
En muchos medios, por no decir todos, ya tenían preparada su biografía para llenar páginas, centímetros; minutos y horas en televisión y radios.
Todos quienes lo conocimos como aficionados al fútbol, lo recordamos con cariño y admiración. Fue un GRAN deportista y persona dentro y fuera de la cancha. Reunió siempre todas las condiciones para ser El Mejor, con mayúscula.
Cuando estuvo en Chile para el Mundial del ’62, yo tenía siete años. Lo conocía por la revista Estadio, Gol y Gol, el diario La Tercera y los programas deportivos de radio Portales y Corporación. Miraba sus fotos y vi varios partidos en el gimnasio de la Federación de Esgrima en calle Tarapacá, que aún está en el mismo lugar. Ahí junto a mi hermano Marco y mi papá, veíamos sentados en un banco largo, donde había más personas, los partidos del mundial. Se pagaba una entrada para verlo en un televisor de 23 pulgadas.
Vivía en una casona en Santa Rosa 333, entre Eleuterio Ramírez y Cóndor. Precisamente, en un ensanche de la acera, jugábamos a la pelota. También lo hacíamos en el patio de una casa esquina cerca de allí. En ese barrio viví hasta los nueve años. Todos mis amigos me decían Pelé…
Me sentía orgulloso. Era muy entusiasta para jugar, pero malo con la pelota en los pies. Como siempre fui rápido, jugaba algo adelantado y aprovechaba una ocasión para meter el gol entre las dos piedras que hacían de arco. Los partidos eran al atardecer y por las noches. Yo soy moreno, por ello el apodo.
En los veranos de fines de los ’60 se jugaban los famosos hexagonales, donde venían a Chile Santos, Botafogo, River Plate, Peñarol, Racing, entre otros clubes famosos de Europa. Nunca fui a esos partidos al Estadio Nacional porque estaba en el campo de Linares de vacaciones. Entonces, en una radio Sanyo a pilas (no había electricidad), escuchábamos los partidos junto a mi primo Carlos Lastra, quien fue futbolista profesional durante una década en el Lister Rossel de Linares (hoy Deportes Linares), en ese entonces en Segunda División, y con el primo Juan Betanzo Silva. Siempre apostábamos monedas por el equipo que nos gustaba: Colo-Colo, la U o la UC. Así que escuchábamos atentamente los relatos de Sergio Silva, Darío Verdugo, Hernán Solís, Gustavo Aguirre, Nicanor Molinare de la Plaza y los comentarios de don Julio Martínez, entre otros.
Cuando fui creciendo, disfruté a Pelé a través de la televisión en el Mundial de Inglaterra ‘66, donde lo lesionaron, y México ‘70, donde demostró lo grandioso que era. A esa edad, vivía en San Miguel, vecino de la cancha que aún existe del Juventud Atacama, camiseta que defendí por cinco años. Pero seguía siendo malo para la pelota. A esas alturas, mis nuevos amigos ya no me decían Pelé. Era una vergüenza llevar ese apodo por lo malo que era.
Ya grande y profesional, como periodista, aprendí de entrada que, en los turnos, antes de irse para la casa, había que pasar por la sala de internacional donde estaban los teletipos informando de lo que acontecía en el mundo. Había que cerciorarse de que no había noticia de Pelé. Ya con experiencia llegué al diario La Nación. Como estudiaba de día en la Universidad de Chile, llegaba por las tardes a hacerme cargo del turno nocturno. Hasta llegar a ser editor nocturno de deportes. Entonces, en los veranos llegaban los estudiantes en práctica. Cada uno de ellos tenía que acompañarme en los cambios de páginas. Cuando había días o mejor dicho noches calmas, me iba temprano a casa y dejaba a unos de los “cabros nuevos” y le advertía que no podía irse antes de la hora de cierre. Varios me alegaban, entonces les decía “¿Y si muere Pelé?”.
En 1995 se realizaron los Juegos Panamericanos de Mar del Plata (Argentina) entre el 12 y el 26 de marzo. Me tocó la responsabilidad de cubrir esos juegos. A la inauguración estaba invitado Edson Arantes do Nascimento. Un día antes de la inauguración, un grupo de periodistas estaba reconociendo la sala de prensa para familiarizarnos con el lugar. De pronto vimos un tumulto de personas. Alguien grita ¡¡¡Es Pelé!!!
Estábamos a solo metros del grupo. Me escabullí rápidamente y llegué a estar a solo un metro de “O’ Rei”. Levanté la cámara (siempre andaba con una) y saqué una foto al tumulto. Y algo tenía que preguntarle… Me acordé de Humberto Chita Cruz.
-¿¡Pelé, qué recuerda del chileno Chita Cruz!?
Miró hacia el costado izquierdo donde yo estaba, y respondió con su característica sonrisa y mueca, y me dice: “fue un gran jugador” …
A los segundos, los acompañantes lo empujaron arriba de un vehículo y se lo llevaron. Conocerlo, estar a solo un metro de él fue un sueño. La foto se quedó en el archivo del diario. Nunca la pude recuperar. Claro, en ese entonces no existían las selfies. Fue una toma desde arriba al grupo y salía de perfil. Ese fue el documento que me acreditó en el diario que estuve 5 segundos con él y a 1 metro.
Ahora en los medios ya no dirán: ¿Y si muere Pelé?
Ahora la frase será: ¿Y si muere Messi?
IMAGENES /Agencias
Qué relato más puro, honesto, exacto y lindo… Tiburón, nuestro Premio Nacional de Periodismo Deportivo, nos hace viajar y recordar. Abrazos y felicitaciones