Harley-Davidson funciona con motor de tractor y aceite de cocina usado

Según los datos del equipo, el uso de biodiésel reciclado reduce las emisiones de dióxido de carbono en un 74 % comparado con el diésel convencional.

 

 

MOTORES Y TUERCAS /

Alex Jennison, estudiante de ingeniería de la Universidad de Columbia Británica (UBC), ha recorriendo más de 1.900 kilómetros por la costa oeste de Estados Unidos sobre una Harley-Davidson de 1999 que funciona, literalmente, con aceite de cocina reciclado. No es una anécdota extravagante ni un truco mediático. Es una declaración clara: los combustibles limpios funcionan ahora, y pueden ser parte de una transición energética más justa y realista.

El corazón del experimento es un motor diésel Kubota de tres cilindros, originalmente pensado para maquinaria agrícola. Este motor, donado por el fabricante japonés, fue adaptado para funcionar con biodiésel elaborado a partir de aceite vegetal usado. El resultado: una moto icónica convertida en un banco de pruebas rodante que desafía la narrativa dominante sobre la movilidad sostenible.

Jennison eligió esta Harley de 1999 porque permite separar motor y caja de cambios, facilitando la adaptación. Pero el objetivo va más allá del diseño: visibilizar una solución práctica para reducir las emisiones de CO₂ sin depender de baterías o materiales críticos.

Según los datos del equipo, el uso de biodiésel reciclado reduce las emisiones de dióxido de carbono en un 74 % comparado con el diésel convencional. Aunque esta cifra puede variar según el tipo de aceite y el proceso de conversión, coincide con los rangos observados en estudios científicos y en flotas piloto de autobuses urbanos en Europa.

Además, al aprovechar residuos como el aceite de cocina de las cafeterías universitarias, se cierra un ciclo de desperdicio y se evita que ese residuo termine contaminando suelos o sistemas de alcantarillado.

Este no fue un experimento individual. El proyecto involucró a varios estudiantes y al operador de la flota de más de 400 vehículos de UBC, con quienes trabajaron en el desarrollo de una tecnología de biodiésel apta para climas fríos. Esto es especialmente relevante en países y ciudades donde las bajas temperaturas dificultan el uso de muchos biocombustibles convencionales debido a su tendencia a solidificarse.

El enfoque está pensado para vehículos de uso intensivo, como maquinaria de mantenimiento, camiones y equipos de jardinería, donde la electrificación aún no es viable por razones técnicas o económicas. Es ahí donde el biodiésel reciclado puede cubrir una necesidad urgente, sin comprometer rendimiento ni disponibilidad.

Jennison no niega los beneficios de los vehículos eléctricos, pero plantea un debate necesario. Muchos de estos vehículos dependen de materiales como el cobalto y el litio, cuya extracción genera serias consecuencias sociales y ambientales, especialmente en países del sur global. Las minas artesanales en la República Democrática del Congo, por ejemplo, han sido denunciadas por condiciones laborales extremas, con altas tasas de mortalidad y trabajo infantil.

En cambio, el biodiésel reciclado aprovecha residuos locales, se puede producir a pequeña escala y no requiere minería destructiva. No es la solución definitiva, pero sí una alternativa complementaria y descentralizada, especialmente para sectores donde la electrificación aún está lejos de ser práctica.

 

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