Este martes 22 de abril se celebra el Día de la Tierra que cada vez está más amenazada por los efectos del cambio climático, la pérdida acelerada de biodiversidad y la creciente contaminación. Por ello, con esta jornada se busca concientizar y respaldar la protección del medio ambiente porque el planeta enfrenta un momento crucial.
En los últimos años ha experimentado un aumento constante en las temperaturas globales desde los niveles preindustriales, lo que ha generado fenómenos climáticos extremos, como olas de calor abrasadoras, sequías interminables y fenómenos meteorológicos impredecibles, se están tornando más frecuentes y devastadores, poniendo en riesgo nuestro futuro.
Es un escenario que, según el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), si no se toman medidas urgentes para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, es probable que la temperatura global se eleve entre 1,5°C y 2°C para 2030.
En Chile, por ejemplo, la mega-sequía que afecta a la zona central ha dejado a más de la mitad de las comunas sin acceso adecuado al agua.
A pesar de las lluvias que trajeron algo de alivio en 2023, Jorge Leiva, jefe de carrera de Ingeniería Civil en Medio Ambiente y Sustentabilidad de la Universidad Bernardo O’Higgins (UBO), advierte que “la tendencia sigue siendo preocupante, ya que este tipo de eventos extremos está convirtiéndose en una constante, y eso significa que estamos ante una crisis hídrica que amenaza a varias regiones del país”.
Según el “Informe Planeta Vivo 2022”, elaborado por WWF, las poblaciones de vertebrados han disminuido un 69% desde 1970, y más de un millón de especies están en peligro de extinción.
La desaparición de especies como las abejas, que son fundamentales para la polinización de nuestros cultivos, pone en riesgo la seguridad alimentaria a nivel global. Es una amenaza directa a la vida en el planeta.
Frente a este panorama crítico, la acción inmediata es más urgente que nunca. Y se proponen dos líneas fundamentales de acción: la transición energética y la modificación de los hábitos de consumo.
No depender de los combustibles fósiles y acelerar el uso de energías renovables. Ya basta con reducir, reutilizar y reciclar. Es necesario expandir estas estrategias y rechazar lo innecesario, elegir productos duraderos y conscientes del impacto que generan.
El cambio debe ser colectivo. Comenzando con las decisiones cotidianas de cada persona. Desde el uso de energías limpias hasta cómo se manejan los desechos.