“Contento, Señor, contento”

 

CON OJOS DE TIBURÓN

 

JUAN ESTEBAN LASTRA B. / Premio Nacional de Periodismo Deportivo 2022

“Contento, Señor, contento…”. Era la frase típica del padre o San Alberto Hurtado cuando le preguntaban cómo estaba pese a la pobreza que veía a su alrededor. Era la primera mitad del siglo XX. Es la respuesta de mi amigo Giorgio de Gavardo, padre del desaparecido Carlo, cuando nos saludamos. De él aprendí la expresión. Fue lo que pensé cuando entré a la galería Martín Vargas del Estadio Nacional, ubicada al costado norte de la marquesina, frente a la medialuna del área grande de la cancha. Me senté al lado de señores argentinos. Miré el horizonte y a mi rededor lleno de colorido y alegría. Mi querido recinto fue durante una década el lugar de entrenamiento cuando fui atleta. Estaba adornado y transformado en un escenario de fiesta deportiva y cultural.

Las graderías no estaban todas ocupadas. Andes estaba reservada para los atletas que desfilarían y para los cientos de voluntarios que participaron del espectáculo. Cinco días antes fui a retirar la credencial de prensa en la estación del metro Estadio Nacional. Como estaba ahí partí a recorrer el ahora llamado Parque Estadio Nacional. Aún había muchos escombros, desorden y tierra por doquier. La actividad de trabajadores esa tarde del domingo 15 de octubre era incesante. Le estaban dando los últimos retoques a cada rincón, a cada obra allí terminada sobre la hora de la inauguración de los Juegos PanAm. No me pareció extraño. Como país aún subdesarrollado y con todos los avatares políticos y económicos que ocurrieron era normal. La sede fue “ganada” en noviembre de 2017 en Praga (República Checa), luego de que siete meses antes renunciara a la candidatura Buenos Aires (Argentina). Es decir, no tuvimos adversarios.

Hubo seis años para prepararnos, pero entre varias situaciones que pasaron por tres gobiernos (Michelle Bachelet, Sebastián Piñera y Gabriel Boric), sumada la pandemia, todo se atrasó y casi duplicó el costo presupuestado que cuando se postuló, a comienzos de 2017. Los más escépticos creían que no llegábamos, pero finalmente cruzamos la meta. Las obras en todos las ciudades sedes de los Juegos en Latinoamérica siempre se han entregado con olor a pintura fresca. Pasó en Mar del Plata 1995, Santo Domingo 2003, Río de Janeiro 2007, Guadalajara 2011 y Lima 2019. Santiago no estuvo exento de esa realidad. Las únicas urbes que han sido un modelo son las estadounidenses (Chicago ‘59 e Indianápolis ‘87) y canadienses (Winnipeg ‘67 y ‘99, y Toronto 2015).

Volviendo a la noche de la inauguración, fue un orgullo estar ahí y que los Juegos fueran una realidad, luego de haber renunciado con vergüenza en dos ocasiones: 1975 y 1987, ambas por decisión del régimen militar. Por estas dos malas determinaciones, estábamos marcados a hierra. Pero como nos quedamos solos en la carrera de 2023, se cumplió el sueño de los que amamos el deporte.

Ese año 1975 quedó sellado en mi cuerpo. Me explico. En 1971 se efectuaron los Juegos en Cali (Colombia). Lo vi en blanco y negro en un televisor Bolocco de 19 pulgadas. Canal 13 lo transmitió. Nunca había visto unos Juegos. Era un adolescente. A esa edad jugaba fútbol en el barrio y en el liceo, básquetbol. Mirando la pantalla y la transmisión del evento descubrí y me enamoré del atletismo, especialmente de los 100 metros planos. Jamás había pisado una pista. Ese 1971 me puse a correr en la calle con mis amigos y en el campo junto a mi primo futbolista profesional Carlos Lastra (Lister Rossel de Linares). Como ganaba por poco dije “voy a ser atleta para Santiago 1975”. En 1972 me inscribí en el Club Atlético Santiago. Tuve que aprender a correr y a partir. Ahí me gané el apodo que hasta hoy me acompaña: “Tiburón”. Nunca más me lo pude sacar. Soñé con ser seleccionado para el ’75, pero el sueño se interrumpió abruptamente. Alcancé a ser un atleta de primera categoría. Estuve entre los 3 mejores velocistas de Chile en 1974 y 1975. Fui seleccionado para un Match Chile-Alemania Federal en el Nacional. No alcancé a llegar al Sudamericano de Atletismo de Sao Paulo ‘75 porque debí operarme de urgencia de varicocele.

Cuento esta historia porque me transformé en atleta porque descubrí un deporte por TV. Hoy lo están viendo miles de niños y jóvenes que se van a enamorar de uno de los 39 deportes o de una de las 59 disciplinas que se están desarrollando en Santiago 2023. Esto ha pasado en cada uno de los países donde alguna vez se han efectuado Juegos Panamericanos u Olímpicos. En todos esos países, cuatro años después y más, se han multiplicado los practicantes y las medallas. Está comprobado. Por eso era tan necesario que Chile tuviera un evento de esta magnitud. Y no es solo Santiago, porque además, por infraestructura se han agregado las regiones de Valparaíso, O’Higgins y Biobío. Son millones de personas chicos y grandes, mujeres y hombres, que a través de la televisión y las redes sociales están pendientes de los Juegos en todo el país. Es la siembra para que en un tiempo cercano tengamos la cosecha.

Por ello pienso que buscar oro hoy es prematuro. Con el tiempo encontraremos la veta. Es cierto que la meta es alta luego de Lima 2019, cuando se obtuvieron 13 preseas doradas, que son las que mandan el medallero. Para ello hay que invertir en los actuales talentos y en los que vendrán. Pero esa es otra historia, una historia donde hay que meter dinero, mucho dinero, porque los campeones no son gratis.

Volviendo al presente, se han cumplido cinco jornadas. Estamos 7° en el cuadro de los metales con 2 oro (Francisca Crovetto en tiro skeet y Emile Ritter en esquí acuático). ¿Llegaremos o superaremos a las 13 de Lima 2019? Está por verse, pero no está fácil. Lo que sí es maravilloso es que los Juegos ya son una realidad, que están funcionando de manera espectacular. Que la gente, las familias, han respondido en asistencia y entusiasmo. Que más temprano que tarde llegarán muchas más medallas doradas, de plata, de bronce, pero por sobre todo, que tendremos más deportistas en diferentes especialidades. Niños y jóvenes con nuevos sueños y esperanzas en colocarse la Roja de Todos. Así tendremos un mejor país y seremos mejores personas.

Por eso sigo diciendo “contento, Señor, contento”. Porque es lindo ver y conocer deportes. Es estimulante saber de los esfuerzos por ser atletas y resilientes, porque no todo es alegría. Detrás de cada éxito hay esfuerzo, sufrimiento, llantos y derrotas. Los momentos de gloria son efímeros. Solo escuchando las historias del maratonista Hugo Catrileo (medalla de plata) y de la ciclista Aranza Villalón (bronce) nos damos cuenta de que no todo lo que brilla es oro. Es simplemente la vida.

Me despido hasta la próxima columna diciendo contento, Señor, contento.

IMAGENES / Prensa Juegos Panamericanos  2023

3 pensamientos en ““Contento, Señor, contento”

  1. Pamela Sepúlveda dice:

    Qué buena columna!!! Muy bien escrita y un sentir de esperanza para que ojalá tengamos más deportistas y jóvenes más sanos. Que buena tu historia JELq

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